Decrecimiento o barbarie

 



En su ponencia para las jornadas “Otra economía está en marcha” de 2020, Jason Hickle apuntó correctamente que deberíamos replantearnos el término “antropoceno” para describir la era actual y usar en vez el término “capitaloceno.” El motivo de este matiz es que el término antropoceno, aunque resalta la importancia de la actividad humana en la situación actual del planeta, no señala que no es simplemente la actividad humana la que ha creado los problemas actuales de colapso ecológico, sino la actividad humana bajo un sistema económico particular: el capitalismo. 

Yendo aun más allá, Hickle señalaba que, dentro de este sistema económico global, no todos los estados tienen la misma culpa, ya que son los estados ricos los que han causado la mayor parte del exceso de emisiones global, con el Norte Global causando el 92% de las emisiones de CO2 históricas. Mientras tanto, el Sue Global sufre el 90% de los costes y el 98% de las muertes derivadas del colapso ecológico. Este proceso de “colonización atmosférica” no afecta solo ámbito climático, sino que representa un asalto frontal a la especie animal y a los ecosistemas, generando deforestación, extinción de especies, etc.

La crisis ecológica actual nos hace pues plantearnos nuevas formas de pensar sobre los límites. Según Hickle, el problema no es que haya límites al crecimiento, ya que normalmente podemos encontrar nuevos recursos que reemplacen a aquellos agotados. El problema es precisamente que no hay límites al crecimiento, ya que la economía capitalista continúa encontrando maneras de expandirse y de degradar la biosfera. Cuanto más crece la economía, más recursos utilizamos: los países ricos consumen a un nivel cuatro veces mayor del nivel de consumo sostenible, y su crecimiento depende en una apropiación neta de recursos del resto del planeta. Por tanto, es nuestra responsabilidad limitarnos para preservar la biosfera y reducir las desigualdades a nivel global.

En su informe especial del 2018 sobre como limitar el calentamiento global a 1.5 grados centígrados, el IPCC señaló que las emisiones de CO2 deberían reducirse hasta alcanzar cero neto en 2030 en las naciones ricas. Esto supondría una reducción del uso global de energía del 40%, algo que solo se puede lograr mediante una rápida transición hacia las energías renovables junto con una reducción de la producción y el consumo excesivos. Es aquí donde, para los países ricos, el decrecimiento supone una alternativa factible e inevitable a la situación actual.

El decrecimiento supone una reducción planificada del uso excesivo de recursos y energía con el fin de equilibrar la economía con el ecosistema de una manera segura, justa y equitativa. El objetivo no es tanto reducir el PIB sino el uso excesivo de recursos y energía en los estados más ricos del planeta, lo que diferencia al decrecimiento de una simple recesión. Asimismo, el decrecimiento plantea un desafío frontal a la ideología del crecimiento, basada en la acumulación de las élites, por lo que no es incompatible con el fin de la pobreza y la mejora de las vidas de las personas. Según Hickle, llegado a cierto nivel de desarrollo, no hay ninguna relación causal entre el PIB y el bienestar humano. Por tanto, ha llegado la hora de abandonar el PIB como indicador de éxito y de crear un sistema económico que no requiera crecimiento en primer lugar.

¿Cómo podemos lograr el decrecimiento? Hickle propone varias acciones simultáneas. Primero, debemos reducir activamente la producción y consumo materiales, eliminando las industrias socialmente innecesarias y ecológicamente destructivas (como la industria del armamento), prohibiendo la obsolescencia programada y los desechos de comida, limitando el gasto publicitario, y promoviendo el transporte público sobre el privado. Segundo, debemos reducir la jornada laboral para evitar el incremento del desempleo, liberando tiempo del trabajo y creando un sistema de garantía de empleo con un salario digno. Tercero, debemos reducir la desigualdad introduciendo políticas de salarios dignos, impuestos a la riqueza, ratios máximos entre el salario más bajo y el más alto, … El problema no es que no tengamos el suficiente PIB, sino que este queda capturado en la cima de la pirámide. Cuarto, debemos expandir los bienes públicos universales para que la gente pueda acceder a aquellos bienes necesarios para la vida digna sin necesitar que sus ingresos crezcan constantemente. Por último, necesitamos justicia en torno a la deuda, cancelando deudas impagables y/o injustas, y promoviendo una moneda sin deuda.

En definitiva, Hickle plantea que podemos lograr nuestros objetivos sociales sin crecimiento económico adicional compartiendo lo que actualmente tenemos de manera mas justa en vez de saquear la tierra. No deben asustarnos los imaginarios post-capitalistas, ya que no existe otra alternativa para enfrentarse al colapso ecológico. El decrecimiento propone un programa basado en la justicia social y con un trasfondo decolonial, ya que conforme los países ricos reducen su consumo, reducen la presión sobre las comunidades del sur global. El decrecimiento es, por tanto, un imperativo en la era del colapso.

 

 

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