Sobre la libertad de expresión y la apropiación cultural

         A raíz de la matanza de los dibujantes de Charlie Hebdo, han surgido cientos de discusiones en torno a la idea de libertad de expresión: qué es, hasta qué punto forma parte de una narrativa hipócrita de Occidente, etc. Hoy quiero escribir sobre la apropiación cultural de conceptos como la libertad de expresión que Occidente muchas veces lleva a cabo, y cómo el ganador en última instancia es aquel que consigue imponer su lenguaje.

        Esta reflexión surge como reacción a la manifestación/concentración/mítin político que ocurrió en la embajada de Francia en Madrid el pasado miércoles. Entendiendo perfectamente la situación en aquel momento, y respetando a aquellos que acudieron a apoyar a las víctimas, no pude dejar de ver como, de forma implícita, la idea de libertad de expresión estaba siendo una vez más estrechamente ligada a Francia, como si esta tuviese la potestad de decidir qué es y qué no es libertad de expresión. Esta idea se podía ver a diferentes escalas: desde el grupo de jóvenes cantando la marsellesa en una concentración a favor de la libertad de expresión (o eso es lo que yo había leído en la convocatoria), hasta la hilera de políticos que pasó por el evento y que acabaron monopolizando el acto. La visión de banderas de Francia (¡e incluso una bandera de la República!) junto con los carteles de Reporteros Sin Fronteras se me hizo grotesca cuanto menos. La guinda fue ver a Hollande haciendo comentarios que conectaban directamente la idea de Francia con la de la libertad de expresión. En definitiva, todos querían apropiarse para sí mismos una idea fácil de comprar, la de defensor y adalid de la libertad de expresión.



     Y es que, sin querer caer en el falso debate sobre lucha de civilizaciones, quien consigue imponer su lenguaje y su visión de las cosas en última instancia es el que gana, pues ha dejado a su rival o diferente en una posición de desventaja a la hora de articular sus intereses. No digo que en lugares como Francia no haya unos niveles aparentes de libertad de expresión muy altos, solo quiero incidir en la idea de cómo utilizamos a los demás para definirnos a nosotros mismos en oposición, y de los peligros que eso puede conllevar a la hora de tratar con ese 'ente diferente' que ha quedado excluido de nuestro conjunto de definiciones y apropiaciones.

    Me hizo gracia ver en la concentración un retrato de Voltaire, al que se le atribuye la oración  “No estoy de acuerdo con lo que usted dice pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”. Hasta aquí bien, pero me vino a la mente la idea de la apropiación cultural y el buen ejemplo que Voltaire, junto con sus compañeros 'ilustrados', es de este fenómeno de apropiación cultural. Porque una vez uno se define a sí mismo como ilustrado y consigue que esa sea la visión que impere, ya ha ganado el juego. La apropiación crea peligrosas dicotomías del tipo: "o estás con nosotros, o estás contra nosotros". No hay nada peor para fomentar el entendimiento y la aproximación cultural y de todo tipo, y es por eso por lo que eventos como los del otro día son a su vez necesarios e innecesarios. Necesarios porque la libertad de expresión (y de oportunidades para que todas las voces sean realmente escuchadas, por cierto) es un valor que ha permitido el desarrollo en materia social en muchos lugares de todo el mundo. E innecesarios porque se acaban convirtiendo en un auto-agasajo en el que todos estamos contentos por lo libres que somos de expresarnos sin darnos cuenta de quien está decidiendo qué es libertad de expresión y qué no.

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